"Todos (once machos y una hembra) fueron diagnosticados de agresividad por dolor. De los 12, ocho habían sufrido displasia de cadera", señala a SINC Tomás Camps, autor principal del estudio que se publica en Journal of Veterinary Behavior, e investigador del Servicio de Nutrición y Bienestar Animal de la UAB.
Los científicos identificaron las circunstancias más frecuentes en que los perros eran agresivos, las posturas más características, el blanco más frecuente de los ataques y si eran impulsivos, es decir, si mostraban o no señales antes de atacar.
El estudio demuestra que los perros que ya eran agresivos por otras causas antes del inicio del dolor atacaron a sus dueños con mayor intensidad y frecuencia cuando se les retiró la comida, se les desplazó de la zona de descanso o se les obligó a hacer algo. Los animales mostraron agresividad en los mismos contextos (o casi) que en los que ya eran agresivos.
Por otra parte, "los perros que nunca habían sido agresivos antes del inicio del dolor empezaron a serlo en circunstancias en los que se les intentó manipular", informa Camps.
El dolor producido por la displasia de cadera es un importante factor de riesgo de la agresividad en perros grandes
Además, el trabajo demuestra que estos perros fueron más impulsivos, es decir, atacaron sin dar señales previas, como un gruñido. El equipo de investigación declara que "si la mascota es manipulada cuando siente dolor, esta reaccionará agresivamente con rapidez para evitar más molestias, sin que el propietario pueda prever el ataque".
Diagnosticar la displasia de cadera
La displasia de cadera canina -una enfermedad ósea hereditaria y degenerativa que afecta a la articulación que une la cadera y la cabeza del fémur- afecta a más del 40% a golden retrievers, labradores retrievers y rottweillers, y en general puede producirse en cualquier raza de perro grande. En razas pequeñas es menos frecuente.
El nuevo estudio sugiere que el dolor producido por la displasia de cadera es un importante factor de riesgo de la agresividad en perros grandes. Pero el problema surge cuando el perro experimenta periodos de poco dolor y esta enfermedad no se diagnostica a tiempo.
Los investigadores recalcan la importancia del diagnóstico y el tratamiento del dolor ya que "puede tanto causar un problema de agresividad como empeorar uno preexistente", manifiesta Camps.
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