Llevaba una contabilidad exquisita que permitía medir la honradez de las organizaciones o incluso del país (según esta medida EEUU es honrado en un 87%) en función de diversos parámetros. El fraude dependía, entre otras cosas, de los festivos cercanos, sobre todo de aquellos que tenían cierta carga de estrés. También del número de empleados (a mayor número de empleados mayor porcentaje de fraude). Pero lo más curioso es que el fraude era inversamente proporcional a los ingresos de sus clientes. Los empleados engañaban menos que sus jefes. Así, en una planta en donde había principalmente ejecutivos el grado de engaño (rosquillas robadas) era muy superior a la de la planta de los empleados de la misma empresa. Feldman achacaba ese comportamiento a que los ejecutivos tenían un sentido excesivamente desarrollado de sus privilegios, pero lo más probable es que fue precisamente el ser deshonestos los que les llevó precisamente adonde estaban.
Pues bien, si los datos del vendedor de rosquillas nos parecen poco rigurosos, quizás nos convenza más una investigación "seria". Ahora, unos investigadores de la Universidad de Berkeley revelan que la honradez de las clases altas es más bien escasa y lo hacen a través de nada menos que siete estudios distintos. Merece la pena leer hasta el final para hacerse una mejor idea de la condición humana cuando se trata de clases altas. Puede que nos aclare muchas cosas.
Según Paul Piff el aumento de las tendencias deshonestas en los individuos de clase alta está controlado en parte por su actitud favorable hacia la codicia. La investigación que ha hecho junto a sus colaboradores sobre las relaciones entre la clase socioeconómica, las emociones antisociales o pro-sociales y los comportamientos revela nueva información acerca de las diferencias de clase sociales durante estos tiempos de aumentos de la tensión económica. Arroja luz sobre el papel de la desigualdad en el modelado de patrones de conductas éticas y comportamiento egoísta, además de indicar maneras en las que estos patrones pueden ser cambiados.
Para investigar la conducta ética de la clase alta los investigadores hicieron un primer estudio en el que se hacía seguimiento de las tendencias éticas de más de 1000 individuos de clase baja, media y alta. Estos voluntarios informaron de su clase social usando la escala MacArthur y rellenaron unas encuestas en las que se preguntaba sobre sus actitudes acerca de comportamientos sin principios y sobre la codicia. Además participaron en una tarea diseñada para medir su comportamiento deshonesto real.
En dos estudios de campo se comprobó que los automovilistas de clase alta eran de 4 a 3 veces más propensos a realizar maniobras a costa de la seguridad de los demás conductores y peatones. Así por ejemplo los vehículos de alta gama (con una supuesta persona de clase alta al volante) cedía el paso a los peatones en menos ocasiones que los automóviles económicos (ver vídeo). Puede que al lector le sea familiar este tipo comportamiento en su país por parte de los conductores de vehículos de gama alta (sería interesante hacer un estudio similar para comprobar la influencia sociocultural del país).
Otro estudio encontró que los participantes de clase alta a los que se les presentaba un escenario en donde había un comportamiento falto de escrúpulos eran más propensos que los individuos de las otras clases a responder con el mismo tipo de comportamiento.
En el cuarto estudio a los individuos participantes se les pidió realizar unas tareas en un laboratorio en el que había una jarra de golosinas para las visitas infantiles. Los de clase alta se "llevaban" el doble de golosinas que los de las otras clases.
En el quinto estudio a los participantes se les asignaba un papel de un empleador que tenía que negociar un salario con un candidato a futuro trabajador que buscaba un empleo a largo plazo. Entre otras cosas se les dijo que el empleo seria eliminado pronto y que eran libres de transmitir esa información al candidato. Los individuos de clase alta eran más propensos a no informar sobre este punto a los candidatos.
En el sexto estudio los participantes tomaron parte en un juego computerizado de dados en el que cada jugador podía arrojar cinco veces los dados e informar de los resultados. El jugador con la puntuación más alta recibía un premio en metálico. Los jugadores no sabían que el juego estaba amañado y que ningún jugador podía obtener más de 12 puntos por las cinco tiradas. Pues bien, de nuevo, los participantes de clase alta eran más propensos a decir que habían obtenido una puntuación mucho más alta que esos 12 puntos, lo que indicaba una alta tasa de engaño.
En el último estudio se encontró que las actitudes codiciosas eran el vaticinador más significativo del comportamiento deshonesto. Los participantes fueron preparados para que pensaran acerca de las ventajas de la codicia y entonces se les presentaron escenarios sobre malos comportamientos en el lugar de trabajo, como robar dinero, aceptar un soborno o cobrar de más a un cliente. Resultó que los participantes que incluso no pertenecían a la clase alta estaban dispuestos a abrazar comportamientos propios de la clase alta si se les condiciona o preparaba sobre los beneficios de la avaricia.
Según Piff, estos hallazgos tienen implicaciones muy claras sobre cómo el aumento de la riqueza y el estatus en la sociedad conforman los patrones de comportamiento deshonesto, y sugiere que los diferentes valores sociales sobre lo que se tiene o no se tiene ayudan a dirigir estas tendencias.
Pues bien, si los datos del vendedor de rosquillas nos parecen poco rigurosos, quizás nos convenza más una investigación "seria". Ahora, unos investigadores de la Universidad de Berkeley revelan que la honradez de las clases altas es más bien escasa y lo hacen a través de nada menos que siete estudios distintos. Merece la pena leer hasta el final para hacerse una mejor idea de la condición humana cuando se trata de clases altas. Puede que nos aclare muchas cosas.
Según Paul Piff el aumento de las tendencias deshonestas en los individuos de clase alta está controlado en parte por su actitud favorable hacia la codicia. La investigación que ha hecho junto a sus colaboradores sobre las relaciones entre la clase socioeconómica, las emociones antisociales o pro-sociales y los comportamientos revela nueva información acerca de las diferencias de clase sociales durante estos tiempos de aumentos de la tensión económica. Arroja luz sobre el papel de la desigualdad en el modelado de patrones de conductas éticas y comportamiento egoísta, además de indicar maneras en las que estos patrones pueden ser cambiados.
Para investigar la conducta ética de la clase alta los investigadores hicieron un primer estudio en el que se hacía seguimiento de las tendencias éticas de más de 1000 individuos de clase baja, media y alta. Estos voluntarios informaron de su clase social usando la escala MacArthur y rellenaron unas encuestas en las que se preguntaba sobre sus actitudes acerca de comportamientos sin principios y sobre la codicia. Además participaron en una tarea diseñada para medir su comportamiento deshonesto real.
En dos estudios de campo se comprobó que los automovilistas de clase alta eran de 4 a 3 veces más propensos a realizar maniobras a costa de la seguridad de los demás conductores y peatones. Así por ejemplo los vehículos de alta gama (con una supuesta persona de clase alta al volante) cedía el paso a los peatones en menos ocasiones que los automóviles económicos (ver vídeo). Puede que al lector le sea familiar este tipo comportamiento en su país por parte de los conductores de vehículos de gama alta (sería interesante hacer un estudio similar para comprobar la influencia sociocultural del país).
Otro estudio encontró que los participantes de clase alta a los que se les presentaba un escenario en donde había un comportamiento falto de escrúpulos eran más propensos que los individuos de las otras clases a responder con el mismo tipo de comportamiento.
En el cuarto estudio a los individuos participantes se les pidió realizar unas tareas en un laboratorio en el que había una jarra de golosinas para las visitas infantiles. Los de clase alta se "llevaban" el doble de golosinas que los de las otras clases.
En el quinto estudio a los participantes se les asignaba un papel de un empleador que tenía que negociar un salario con un candidato a futuro trabajador que buscaba un empleo a largo plazo. Entre otras cosas se les dijo que el empleo seria eliminado pronto y que eran libres de transmitir esa información al candidato. Los individuos de clase alta eran más propensos a no informar sobre este punto a los candidatos.
En el sexto estudio los participantes tomaron parte en un juego computerizado de dados en el que cada jugador podía arrojar cinco veces los dados e informar de los resultados. El jugador con la puntuación más alta recibía un premio en metálico. Los jugadores no sabían que el juego estaba amañado y que ningún jugador podía obtener más de 12 puntos por las cinco tiradas. Pues bien, de nuevo, los participantes de clase alta eran más propensos a decir que habían obtenido una puntuación mucho más alta que esos 12 puntos, lo que indicaba una alta tasa de engaño.
En el último estudio se encontró que las actitudes codiciosas eran el vaticinador más significativo del comportamiento deshonesto. Los participantes fueron preparados para que pensaran acerca de las ventajas de la codicia y entonces se les presentaron escenarios sobre malos comportamientos en el lugar de trabajo, como robar dinero, aceptar un soborno o cobrar de más a un cliente. Resultó que los participantes que incluso no pertenecían a la clase alta estaban dispuestos a abrazar comportamientos propios de la clase alta si se les condiciona o preparaba sobre los beneficios de la avaricia.
Según Piff, estos hallazgos tienen implicaciones muy claras sobre cómo el aumento de la riqueza y el estatus en la sociedad conforman los patrones de comportamiento deshonesto, y sugiere que los diferentes valores sociales sobre lo que se tiene o no se tiene ayudan a dirigir estas tendencias.
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